lunes, 28 de diciembre de 2009

Qué piensan las horas cuando se apagan los minutos y en un segundo todo se desploma, como aquel viento que desvanece y aquellas olas que no consiguen ritmo entre las rocas. Daría cada minuto y cada hora por no caer en el abismo que hoy carcome mis entrañas. Esta vez no hay luz, no hay sombra, solo miradas que no sienten, solo palabras que se hacen mudas en la aurora que no amaneció. El aroma que recuerda la ilusión, el eco que retumba en las memorias, serán presos del tiempo en el que los minutos y las horas transcurran más allá de los límites de la razón. Todo se reduce a una simple conversión, sesenta minutos será una hora.

Déjame hablarte en Do mayor, esta inocencia, y así llegar a tiempo para decirnos todo lo que cabe en un poema.  Déjame verte el sol tatuado ...