martes, 28 de julio de 2009

Noche estrellada aquella, escenario de tranquilidad en medio del drama de las nueve. Recuerdos del pasado ponen fin a la estabilidad inalcanzable de mil cabezas. Sin pensar te hacen presa las madrugadas de insomnio, dejando el pecado de silueta. De las coplas de una dulce tonada renace el mismo sentimiento alguna vez hallado detrás del closet.
Un mediodía de tantos en el caos, en una época anterior a la luz, se esparcieron mis sentidos hacia un bello cántico. Sinfonía que me ascendió a la sabiduría auténtica un  jueves de Julio en clase de Orientación, sentada en un antiguo y deteriorado pupitre. Fue ese mismo día cuando ciertos gemidos errantes en las alas de un sueño más allá de la realidad, saltaban desde el inicio de mi espalda, deslizaban sus garras por mi pecho, flotaban por mis brazos y palpaban la base de mi complejo corazón. Crucé el portal de la recóndita fábula, me vi en un futuro remoto pero aledaño, como indicaba aquella hermosa melodía “sin prisa y sin pausa ganándome el lugar”, Rincón donde no encajan mezquinas miradas, sólo así, rodeada de paz y armonía innata, siempre a tu lado, siempre en silencio. Gemido errante que anidas aquí dentro, alumbras la esencia de un no quiero ser, no quiero estar cuando la luna alumbre a una noche de pasmo, abre brecha y equilibra tu perfil, mientras el rojo día amanece y la luz rompe el cielo junto a los días de campo radiantes de la gracia de Dios, cual mediodía dejado atrás en el primer verso, esperando un chaparrón de estrellas. Extenso es el sendero de la satisfacción, aún más extenso el de la supervivencia, a través de las llamas y el fuego seguimos adelante. No temas al abismo, enfrenta las penurias y cada vez enséñame a despertar sin Gemidos Errantes.

viernes, 24 de julio de 2009


El tiempo se escurre y transcurre en días que van dejando de existir, momentos que aceleran los segundos que aún no han sido contados. Percibo las horas de verano cual aroma esparcido con tu ausencia. Busco los minutos perdidos en mis venas, el abrazo profundo, la mirada seductora, el instinto del latido que anhela sentir de nuevo, cuando renazcan las horas muertas.

Déjame hablarte en Do mayor, esta inocencia, y así llegar a tiempo para decirnos todo lo que cabe en un poema.  Déjame verte el sol tatuado ...