Aún no he escrito sobre ti, sobre cómo exhibías todas esas curvas, sobre cómo en medio de tanta brisa tu solo danzabas y yo te miraba hasta donde la vista alcanzaba, que no era tan cerca, ni tan lejos de imaginarla conmigo abrazada. Tu, siendo fiel testigo de la sensación inherente de conocernos por primera vez. Yo, mostrando mis modales, caminando tus calles oleadas, vibrando tus energías y navegando en tus azules multi-cromáticos que esconden un carnaval de personajes llenos de historias. En lo más alto de ti, de brazos extendidos, intentando contener el mundo, se veía la redención, tan tuya como mía, sin monarcas, sin fronteras, un horizonte compartido, donde los destellos del sol acariciaban las pieles, fusionándose con la cadencia de tu música y la alegría palpable que emanaba de tus rincones. Distraída por tus sabores exóticos y las risas compartidas, tus aguas fluían como un samba ingobernable. En cada paso, encontré tu diversidad, tejida en colores vivos y palabras acogedoras. Así, en el latir de tu corazón tropical, descubrí un capítulo inolvidable de mi propia historia.
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